negativo

miércoles, enero 10, 2007

Hacía tiempo que no caía una lágrima por mi rostro

Hacía tiempo que no caía una lágrima por mi rostro. Se me han humedecido los ojos, sí, innumerables veces; he tenido llanto, sí, otras tantas, en las últimas semanas. Pero una lágrima, una lágrima es todo un logro. La causó una frase del personaje de Jim Carrey al final de la película Liar, Liar (Mentiroso, mentiroso): "Then your mom told me you were moving to Boston, and l started thinking. l could be sitting around sometime and want to look at you and hold you and play with you, and l won't be able to. l don't think l'm gonna do too well with that." ("Entonces tu mamá me dijo que se mudarían a Boston, y empecé a pensar. Podría estar sentado por ahí alguna vez y querer mirarte y abrazarte y jugar contigo, y no podré hacerlo. No creo que me vaya bien con eso"). Los ojos se me humedecieron, naturalmente y, luego de unos segundos, aquella lágrima cayó. Sorprendiéndome.
Un rato antes había estado friendo hamburguesas precocidas y recordé aquellas tardes de julio/agosto del año que acaba de irse en casa de Ivi, cuando me invitaba sus precocidos de pollo que ella misma me freía y me los comía con arroz y espinacas con abundante limón. Recordaba también que una de esas tardes en las que teníamos su casa sola para los dos una vez le dije algo como "me gustaría que momentos como este se repitan por el resto de mi vida". Luego recordaba que siempre decíamos que en algún momento nos volveremos a encontrar. Yo lo decía pensando en que sí, en algún momento, definitivamente, en cualquiera de las vidas que nos quedan por delante. Pero ella, un tanto más terrenal que yo, se refería a esta existencia presente. Como y cuanto quisiera que eso sea así.
Aquellas maravillosas tres semanas que pasamos juntos han llegado a su fin, van a ser ya seis meses desde aquel once de agosto en el que ella partió, y muchas veces la recuerdo tal como estaba vestida ese día. Con su polo verde pastel opaco y aquella falda un tanto más oscura. Como sale en aquellas fotos donde yo no salgo, porque estaba llorando en la lavandería de su casa, mientras todos estaban en la sala; como estaba vestida cuando nos dábamos esos últimos besos en la cocina y en la lavandería, como estaba vestida en aquellas dos fotos que la encantadora Sra. Eva nos tomó mientras yo preparaba pisco sour y broméabamos y reíamos, cuando ya seguramente se había percatado de que no éramos simplemente amigos
(pero que ella misma borró debido a su entusiasmo por pasarlas a la pc, una vez que Ivi ya no estaba, por lo que lamentablemente no existe ya ni una solo imagen de los dos juntos, ya que curiosamente no nos tomamos fotos juntos nunca, más que esas dos); como estaba vestida cuando la abracé al darme cuenta de que ya era inminente su partida, cuando ya no la iba a poder ver más, hasta quien sabe cuando.
Esas tres semanas ya terminaron hace meses, muchos meses, pero en mi corazón siguen estando. Y eso no estaría mal si esos recuerdos no vinieran acompañados de tristeza y hasta de lágrimas, a veces. Pero poco a poco se disipa esa tristeza, yo lo siento, porque de nuevo los recuerdos vienen acompañados de algunas risas y sonrisas y algo de alegría, como en los primeros días luego de su partida.
Te extraño, Monga Bonita.