negativo

martes, mayo 23, 2006

Carta abierta a la Niña K

Has sido y eres una parte inmensamente importante de mi vida y me doy cuenta de que, sin embargo, he hecho tan pocas canciones sobre ti. Ahora estoy enfermo una vez más. Es fácil caer enfermo cuando tienes el alma débil, el alma destrozada, el corazón reventado, pero he estado peor cuando recién me rompiste el corazón, cuando recién me dejaste. Antes fue mi estómago; sí, causaste tanto odio, tanto rencor en mi, tan, tan intenso como es mi amor por ti, no más, no menos. Ahora es una gripe, quizás esté saliendo de esto. Lamento lo que ayer me dijeron, no solo me dejaste a mi, si no también dejaste la universidad a escondidas de tus padres, te peleaste con una amiga importante que se alejó de ti porque cambiaste tanto. ¿Por qué cambiaste tanto, Niña K? ¿Qué pasó contigo, fui yo testigo de esos problemas?, aún me pregunto tanto, aún me preocupo por ti, aún trato de entenderte, en este instante extraño: siempre son extraños estos instantes en los que se me da por escribir de ti, de todo esto, quién sabe por qué, pero en este momento estoy tranquilo y no sé si es porque ya me cansé de todo esto, de estar siempre pendiente, de seguir esperando algo o tanto, de tu inmadurez, de la forma en que me abandonaste sin explicarme absolutamente nada; no, no te he perdonado aún, no puedo hacerlo aún, pero parece que estoy lo suficientemente tranquilo como para poder escribir. No sé, a veces los sentimientos son tan intensos que no me dejan escribir, que no me dejan crear.
Reconozco, confieso que algunas veces tengo ganas de irme a México a matarte. Anoche pensé que sería a puñaladas, en medio de la madrugada; antes, recuerdo, imaginaba que me aparecía en tu cuarto antes de que llegaras y al hacerlo, sorprendida, me decías “¿qué haces aquí?, me asustaste”, y yo te respondía, “lo siento, no es mi intención asustarte, yo solo he venido a matarte”. A veces pienso que iría solamente para que conozcas a la persona que perdiste, a la que aún hoy daría todo por ti, a la persona que jamás volverás a tener a tu lado.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me dejaste, pero se siente eterno y he imaginado y sentido tantas cosas distintas, parte de este amar inmenso, de este ser apasionado, triste y transparente que se enamoró de ti. Recuerdo aquel primer sábado en la noche en que salí a caminar solo, al malecón. Me senté frente al mar y empecé a pensar, a imaginar, mientras lloraba. Me llamaste al celular y me dijiste muchas cosas, me pediste perdón, me explicaste. Sí, lo sé, solo estaba soñando despierto. Y empezamos nuevamente. Y, así, luego empecé a caminar, solo caminar, por todos aquellos parques de los malecones de Miraflores y me senté en unos columpios a balancearme como niño que aún soy y que nunca dejaré de ser a pesar de todos estos años de sufrimiento que he tenido. Regresé a casa y me hice un trago con pisco, sí, tomé solo, K, tomé solo, lo necesitaba, necesitaba la anestesia del alcohol, necesitaba no sentir, aunque sea unas horas, no sentir tanto dolor, tanto rencor, tanto odio, tanta incertidumbre, tanta frustración, tanta impotencia, tanta decepción, tanta ira, tanta cólera, tanta rabia, tanta tristeza, tanto sentirme tan defraudado, tanta carga emocional, tanta tensión, tanto miedo, tanto pánico, no pensar en todo lo egoísta, lo cobarde, lo insensible e indiferente hacia mi y mis sentimientos que sentía que habías sido, que siento que has sido.

Con el pasar de los días quizás te comprendo un poco más, te comprendo. Pero no, aún no te he perdonado por tanto abandono, por tanto silencio, por tanta cobardía, por tanta inmadurez, por tanto corazón que hoy no está roto, está reventado, hecho millones de pedazos y no hay luces, no hay faros, no hay guías, no hay más que un hartazgo de tu actitud, de tu maldad, de tu crueldad, de estar siempre pendiente, de seguir siempre esperando algo o tanto de ti.
Sé perfectamente que apenas eres consciente de todo el daño que me has causado, pero es demasiado fácil romper un corazón, destrozar un alma como la mía, el alma de alguien que se entregó por completo a pesar de todas las limitaciones que habían, un alma apasionada, que siente tanto todos los sentimientos, un alma de niño como la mía, llena de ilusiones y sueños que hoy están totalmente perdidos y destrozados, sueños que se pierden en el mar. Hiciste que me cortara el cabello que había dejado crecer durante casi tres años, hiciste que le diga adiós a mis rizos, en un intento por eliminar tantas energías negativas acumuladas, me decapitaste, me quitaste la imagen de trovador que tenía, de practicante de aquella trova que fue la que nos unió, lo sabes bien. Y ahora solo queda lo gótico en mi, mis uñas negras han remplazado mis cabellos largos, mis rizos apolíneos. Carajo, aún te sigo amando, aún estoy enamorado de ti, aún daría todo lo que tengo y todo lo que soy por ti. Me pregunto si mereces recibirlo. No lo sé en verdad, no confío en ti, pero sé que sí lo haría, que te daría todo nuevamente, como ya lo hice antes y tú lo recibiste para luego despreciarlo, una y otra vez. Y yo sigo aquí aún, muerto, con el alma negra, como siempre, perdido, sin luces ni faros, perdido entre la niebla gris de los malecones otoñales de Miraflores en mayo, de esta Lima de mierda que tanto odio y que tanto amo, de esta Lima de mierda que me tiene harto, perdido entre tantos sentimientos mezclados, entrelazados y separados, todo es confusión acá adentro, en mi casa, en mi alma, mi alma destrozada. Estoy enfermo, K, estoy enfermo, eternamente, eternamente...